Málaga hoy

Hotel Miramar, vistas de la Malagueta y el Puerto

Gran Hotel Miramar

El paseo marítimo de la playa de la Malagueta sorprende al viajero ante la elegante fachada del Palacio de Miramar. Del otro lado, la entrada principal queda resguardada por el exuberante jardín que todavía hoy conserva árboles plantados hace un siglo. Fue en 1926 cuando el rey Alfonso XIII abrió un nuevo palacio destinado a albergar a los visitantes provenientes de Europa en un lujoso hotel concebido según los cánones de la floreciente hotelería, clasicismo al estilo francés importado de la costa Azul y del Golfo de Vizcaya.

Hall Gran Hotel Miramar

Son los albores del siglo XX, Málaga merecía el privilegio de un nuevo establecimiento capaz de ofrecer las exposiciones culturales y eventos sociales, y de acoger a la burguesía en el comercio del sur del país y a la alta sociedad en busca de parajes más cálidos. Sin duda el Palacio del Príncipe de Asturias reunía todos los componentes del gusto de las más exigentes personalidades y daría renombre a la ciudad. Pronto la contienda nacional y la rigidez burocrática lo transformaron primero en Hospital de Campaña y de nuevo en Hotel Miramar hasta que cerró sus puertas en 1967, veinte años después fue la sede del Palacio de Justicia destinado a acumular archivos en las habitaciones hasta rebosar de papeles.

Salón Victoria
Restaurante Príncipe de Asturias

José Luis Santos representa a la familia y declara haber reconstruido el Hotel para devolver el edificio a Málaga con todo su lujo, un lujo que ha costado cien millones de euros y cuyo engranaje incesante por la alta ocupación requiere del cuidado diario. Floristería en jarrones y en maceta dan el toque al mantenimiento impecable y al atento servicio actual del hotel. Traspasamos umbrales como invitados en una gran gala, del lobby al salón Victoria abierto al mar. El restaurante Príncipe de Asturias –nombre original del hotel- con magníficas vistas desde las cristaleras a la bahía de Málaga nos protege en días de levante y se extiende en una terraza salpicada de palmeras que ilumina nuestros sentidos e incita a la contemplación desde la balaustrada hasta el horizonte azul.

Entrados en el siglo XXI un nuevo rótulo figura en la fachada, Palacio de Miramar, en su interior el mármol vuelve a relucir resistiéndose al paso del tiempo, los avatares sociales y el salitre del mar Mediterráneo. La familia Santos adquiere el inmueble y le devuelve el esplendor de entonces, pero es el personal dedicado quien da vida al establecimiento, el Director de Alojamiento y la Relaciones Públicas nos dedican su tiempo para mostrar el hotel al detalle. En cada rincón la escayola de relieve, el vistoso azulejo andaluz, el pequeño mostrador iluminado del tea corner. Nos cuentan cómo la casa Mont Blanc alabó estos rincones del palacio y colocó sus joyas y plumas en cada espacio. Bajo la luz natural que se filtra por la vidriera y los vanos superiores en el hall, los destellos de las lámparas de Murano penden a distintas alturas. Arcadas, capiteles y escayolas pintadas se han reconstruido según las fotografías de la época…sin duda evocan otros tiempos.

Terraza y jardín piscina
Detalle cerámica verde-azul local

Huéspedes venidos de las Américas, norteuropeos, y un cuarenta por ciento del resto de la península se refrescan en la piscina, también árabes atraídos por Andalucía y por la hospitalidad de un Leading Hotel. Existe una preocupación creciente por la sostenibilidad, la máquina de ozono sigue funcionando desde los tiempos del Covid. Al hotel de cinco estrellas gran lujo no le falta el servicio de spa y relajación, algunos preferimos los espacios abiertos en esta cálida tierra y remojarnos en el chill-out de la azotea, perdón rooftop y escapar del bullicio festivo del centro de la ciudad con un original sofá de media luna, y una barra retro-iluminada de mármol que invita a degustar los cócteles más refrescantes.

Abandonamos el palacio-hotel al descender los escalones hacia el jardín echamos una última mirada a la entrada señorial deseosos de regresar.